martes, 19 de mayo de 2009

Maestro y Guía


Más de medio siglo de invalorable legado

Aun tengo fresca la imagen :  estaba en cuarto grado y no recuerdo por qué mientras mi madre conversaba con mi profesor de aula éste le dijo ¨Señora, su hijo tiene todo para ser abogado¨, a lo que mi mamá respondió con una sonrisa.

No tenía más de diez años y ya comenzaba a hacerme idea que el mundo del Derecho estaba hecho para mi.

El correr de los años, la motivación de mis padres al respecto y el hecho de que mi hermano mayor escogiese esa carrera, ingresando a la Universidad Católica, contribuyeron a que yo siguiera mi camino por la secundaria creyendo cada vez con mayor seguridad que iba a ser un gran abogado.

Fue por ello que al terminar el colegio ni siquiera me di el trabajo de evaluar el tema y casi en automático decidí postular para la carrera de Derecho en la misma universidad que mi hermano : la prestigiosa Pontificia Universidad Católica del Perú.

Tras meses de esfuerzo, estudio y mucho sacrificio logré ingresar a la universidad, al primer intento y eso ocasionó una gran alegría en mi familia, sobretodo en mis padres que habían hecho el  sacrificio de inscribirme por seis meses en una academia sanisidrina.   

De alguna manera, al ingresar, sentía que estaba respondiendo a la gran expectativa que ellos habían puesto en mi.

Mis primeros días de universidad me hicieron ver que estaba en un mundo totalmente distinto, en el cual nadie vigilaría ni se interesaría por mi, debiendo ser absolutamente responsable de mi tiempo y de mis estudios.

Llevé cinco cursos en el primer ciclo de Estudios Generales Letras y fue en uno de ellos en el que conocí a un hombre que contribuiría mucho en una de las decisiones más difíciles e importantes que he tomado en mi vida :  mi profesor de Lengua, el Maestro Don Luis Jaime Cisneros.

No sabía mucho de él cuando supe que iba a ser mi profesor. Mi padre me había comentado que era un hombre de letras muy reconocido, habiendo ocupado cargos importantes en diversos diarios y con muchos años de experiencia en la docencia, en su amada Universidad Católica.

No recuerdo bien cuando comenzamos a conversar.  No se si fue por consultas hechas respecto a su curso, o si fue que desde un principio me generó una gran confianza, pero el tema fue que en corto tiempo comencé a acudir a él para comentarle los problemas que tenía con el curso y los dolores de cabeza que me producían Saussure, Coseriu y otros destacados lingüistas, a los que no entendía,  ni quería entender.

Recuerdo sus clases, en las que hacía de Lengua, un curso no muy divertido para mi, entretenido y ameno, logrando que sus jóvenes alumnos le prestasen atención y siguiesen con admiración y aprecio cada una de sus clases.

Nunca se lo pregunté pero creo que el ojo agudo y experimentado de Don Luis Jaime vio algo que ni siquiera yo estaba viendo hasta ese momento. Y era que me sentía extraño y perdido en la universidad, a la que había ingresado sin tener ni siquiera la certeza (pues no me había puesto a pensar en ello) de que el Derecho era la carrera que quería para mi vida.

Algo de ello debe haber visto Don Luis Jaime pues comenzamos a conversar sobre el tema en una de las tantas visitas que le hice a su oficina.

Creo que el veía en mi a un chico perdido que no estaba seguro de hacia dónde iba.

Y algo de eso debe haber influenciado en mi rendimiento pues pronto tuve problemas de notas, saliendo jalado en varios de los parciales de ese ciclo, incluido el de Lengua (un rotundo 08!!).

 

Maestro digno de ejemplo 

Cada semana visitaba al maestro para conversar con él y procurar entender todos los conceptos importantes del curso, de los cuales ahora no me acuerdo ni un ápice, y prepararme para el examen final, el cual necesitaba aprobar si es que quería evitar repetir el curso.

Recuerdo que el examen final fue oral y en éste, seguramente al verme nervioso (a pesar de que había estudiado para el examen), pues sabía yo que necesitaba aprobarlo para pasar el curso, me dijo con un gesto  casi paternal  :  ¨escoge tu el tema¨.

No recuerdo de qué hablé pero pude explayarme como quise y tras una demostración de mis conocimientos lingüísticos, me dijo ¨ya termina, estás aprobado¨ , dejé su oficina aliviado por haber pasado el curso.

Pero la influencia y el apoyo del Maestro Cisneros tendría efecto en mi tiempo después, cuando en los siguientes ciclos de Estudios Generales y en los que mantenía contacto y amistad con él, y en una de nuestras tantas conversaciones pude constatar que el Derecho podría no ser la carrera que me llenaba las expectativas, a pesar que durante esos años de Estudios Generales comencé a pensar y a creer que sería la de Diplomacia la especialidad posible para mi.

Ya en esos tiempos también iba viendo con interés el desarrollo de la carrera de Publicidad, hacia la cual me sentía muy atraido.

Fue así que entre el tercer y cuarto ciclo de Estudios Generales estaba en la disyuntiva de la Diplomacia o la Publicidad.  Vaya dilema.

Don Luis Jaime y su completa biblioteca

Y eso se lo transmití a mi admirado profesor, quizás antes que a mis propios padres.

El supo escucharme y aconsejarme. Lo primero  que me recomendó fue que investigara bien sobre ambas carreras y gracias a sus contactos me consiguió una cita en la Academia Diplomática.

Y me motivó para visitar un instituto de moda de publicidad para conseguir información.

Pero, por sobre todo Don Luis Jaime me transmitió que yo debía seguir mi vocación, así eso implicase patear el tablero y dejar la universidad.

Fue a través de las conversaciones con el Maestro que fui tomando fuerzas para lo que pasaría más adelante, cuando habiendo estudiado ya un ciclo en la facultad de Derecho y constatando que el Derecho no era mi carrera, decidí, apoyado por mi viejo, dejar la universidad para ir hacia la carrera de mis sueños.

Ya para ese tiempo había casi perdido el contacto con Luis Jaime y sólo lo volví a ver unas cuantas veces más antes de dejar la universidad, una de ellas en su casa de Miraflores,  en la que aprecié con suma admiración su impresionante biblioteca.

 La exigencia de los cursos, los muchos amigos que fueron apareciendo y la enfermedad de mi madre me mantuvieron  bastante ocupado y creo que incluso no le llegue a contar al Maestro que había tomado tan importante decisión.

Años después leí que había sido nombrado Presidente de la Academia Peruana de la Lengua y que había recibido diversos reconocimientos como las Palmas Magisteriales en el Grado de Amauta y hace tres años la Orden del Sol en el grado de Gran Cruz, justo reconocimiento para un Maestro en todo el sentido de la palabra y con mayúsculas.

El Maestro siendo reconocido con la Orden del Sol

Han pasado casi 25 años desde que lo conocí y hoy Don Luis Jaime bordea las nueve décadas y yo sigo vinculado a la profesión publicitaria que me llevó a dejar la universidad.

Sin embargo, nunca es tarde para transmitir a los cuatro vientos mi eterno agradecimiento, al Maestro y Amigo, quien, desinteresadamente, me dio su vital apoyo, dejando huella en mi vida, como seguramente lo ha hecho en muchos estudiantes peruanos,  a lo largo de sus más de cincuenta años de su brillante carrera docente.   Gracias querido Maestro!

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