domingo, 24 de mayo de 2009

Genio y figura

Cuando el fútbol se hizo poesía

¨César Cueto fue uno de los ídolos del fútbol mundial al que tuvimos la oportunidad de tenerlo en Colombia para aprender de él, como persona y jugado¨. Carlos ¨El Pibe¨ Valderrama


Mis primeros recuerdos de ti vienen de la segunda mitad de los setentas cuando defendías la camiseta de tu querido Alianza Lima (que tenía un equipazo en esos tiempos) y precisamente uno de esos episodios (y que vi por televisión) me dolió hasta el alma pues, en un partido emotivo y vibrante nos ganaron 3-2, a pesar que Sporting Cristal también contaba con un gran cuadro.

 César Cueto, el Poeta de la Zurda

Y uno de los goles íntimos fue tuyo. Un golazo, desde fuera del área, a treinta o cuarenta metros del arco sombreándole el balón al Loco Quiroga, con un gol que hasta ahora el ex arquero argentino-peruano debe recordar.

Que envidia sentía en aquel entonces, Maestro César Cueto, de saber que eras de Alianza y que no podías ser parte de mi equipo.  Que tu zurda no podría traerme alegrías y satisfacciones jugando para mi sufrido equipo cervecero.

Sin embargo, cuántas alegrías me diste a mi y a todo un país con tu zurda mágica y poderosa.

Y poco tiempo después, con la rojiblanca, comenzaste a darnos una tras otra satisfacción enorme.

Como cuando te juntabas con el Nene Cubillas y José Velásquez, tus compañeros en Alianza Lima, pero esta vez en la selección, formando un mediocampo que fue designado por la revista El Gráfico como el mejor de la primera ronda de aquel mundial de Argentina 78, en el que además anotaste un hermoso gol ante los escoceses.

Después de ese mundial te fuiste a Colombia, donde jugaste por varios años siendo considerado como el mejor futbolista que ha tenido el Atlético Nacional de

 Medellín, dejando huella en el país norteño, en el que se te sigue queriendo mucho.

            Idolo también en Colombia donde salió varias veces campeón

Pero poco después volverías a vestir la camiseta nacional y nos volviste a regalar muchos otros momentos inolvidables, como los partidos eliminatorios para el mundial de España 82, última participación mundialista de nuestra selección, y en los que dejamos afuera a Uruguay y Colombia.

Cómo no recordar tu zurda y tu talento volviendo locos a los colombianos y  uruguayos.

Fuiste pilar en ese gran equipo que luego recorrió Europa en una gira de más de veinte partidos en las que no perdió un solo encuentro y en la que volviste a derrochar tu magia, como en aquel partido en el que le ganamos a la selección francesa, por 1-0 con gol de Juan Carlos Oblitas, en las que el equipo no paraba de tocar y tocar ante la sorpresa de Michel Platini y sus demás compañeros que conformaban aquel genial equipo galo.

Aun a veces se ve por televisión imágenes de ese partido en el que vencimos 1-0 a los franceses en el Parque de los Príncipes y en el que Perú sacó chapa de candidato para el mundial de España, lo cual no fue nada positivo pues alertó a los demás rivales de lo que podía hacer nuestra selección.

Tras ese mundial, en el que quedamos fuera en la primera ronda, volviste al fútbol colombiano en el que saliste campeón nuevamente, esta vez con el América de Cali, ganándote el respeto y aprecio de su hinchada.

Pero tus días en la selección no se habían acabado y te volvimos a ver en las eliminatorias para el mundial de México 86, en las que le pusiste alma, corazón y vida, logrando marcar un golazo contra Venezuela en Lima y volviste a exhibir tu mejor fútbol  frente a la Argentina de Maradona, tanto en Lima, como en Buenos Aires.

Imposible olvidar la jugada del gol de Barbadillo en el partido de vuelta (tras vencerlos 1-0 en la ida), en la que te sacaste dos marcas de encima (Passarella y Trossero, nada menos) para luego superar a dos rivales más para darle, como con la mano, el pase que permitió que Patrulla anotase el gol con el que pasamos adelante en el marcador 2-1 en el mismísimo Monumental de Buenos Aires (creo que fue uno de los goles que más he gritado en mi vida), y que luego, ocho minutos antes del final los argentinos nos empatarían dejándonos fuera del mundial, en el que a la postre saldrían campeones.

Quizás esa es una de las postales o momentos que más tengo grabado de ti, y que simboliza lo que podías hacer en la cancha, con tu talento y creatividad, generando sorpresa, magia y precisión y que te convirtió en una pieza especial para todo equipo en el que formaste parte.

Tras esa eliminatoria ya tenías 34 años y volviste a Colombia a jugar en otros equipos antes de decirle adiós a las canchas. Y luego volverías a jugar por la Alianza de tus amores después de la tragedia de Ventanilla , del 08 de diciembre del 1988, cuando el accidente aéreo dejó al club sin equipo. Fue un ejemplo de solidaridad y compromiso por el equipo de La Victoria al que siempre quisiste.

Reforzó a Alianza Lima después de la tragedia de 1987

Y fue en 1991, cuando, con 39 años, le dijiste adiós al fútbol, sin una despedida grande como lo hubieses merecido, pero quizás esto ocurrió porque en realidad nunca te fuiste.

Y de vez en cuando, a lo largo de todos estos años transcurridos, te hemos vuelto a ver pisando las canchas peruanas en diversos amistosos y partidos benéficos,  en los que has seguido regalándonos tu poesía hecha fútbol y el embrujo de tu endemoniada zurda.

Inolvidable por ejemplo, aquel partido benéfico contra Resto de América en el que te volvimos a ver (y que curiosamente fue el primer partido de fútbol en el que llevé al estadio a mi hijo Sebastián) y en el que apreciarte jugar fue como retroceder el tiempo y recordar tus partidos con Alianza Lima o la selección peruana.

Y en una de esas jugadas le diste un gran pase con el taco al Chino Pereda que le sirvió para anotar un gol, que finalmente fue poco relevante al lado de tu brillante gesto técnico, que fue aplaudido por todos los que tuvimos la suerte de apreciar tu buen fútbol en el viejo Estadio Nacional.

Sin embargo, el recuerdo que más atesoro, y que vivirá conmigo para siempre, fue cuando en plenas eliminatorias del mundial de Francia ´98, llevé a mi hijo mayor a ver un entrenamiento de la selección en vísperas a uno de los partidos en los que la rojiblanca peleó la clasificación hasta la última fecha de la eliminatoria.

Y luego de tomarle a Jorge, mi hijo, fotos con casi todo el plantel después de los entrenamientos, de pronto te vi por un lado, casi como escondido, pues habías asistido como invitado del equipo, o del entrenador, Juan Carlos Oblitas. Y en ese momento le expliqué a mi nene, con emoción,  que muy cerca a nosotros estaba un ídolo del fútbol peruano y uno de los más grandes jugadores que dio nuestra tierra.

E inmediatamente, fui con él y con la cámara y le pedí a alguien que por favor nos tomara una foto contigo y recuerdo que te di la mano, muy contento, pero sin saber, ni atinar, qué decirte y sólo te murmuré un ¨Gracias Maestro¨, a lo que respondiste con una tímida sonrisa, pues eras y eres así : de pocas palabras, de conocida timidez, pero al mismo tiempo de enorme sencillez y gran corazón.

Por eso, a través de estas breves pero sentidas palabras quiero decirte Gracias, querido Poeta de la Zurda, por regalarnos, durante tantos años la poesía de tu zurda mágica y por mostrarnos lo hermoso que puede ser el fútbol cuando se juega con la inspiración, la magia y el talento que siempre te caracterizó y que te hará eterno en todos los que tuvimos el privilegio de verte jugar.

martes, 19 de mayo de 2009

Maestro y Guía


Más de medio siglo de invalorable legado

Aun tengo fresca la imagen :  estaba en cuarto grado y no recuerdo por qué mientras mi madre conversaba con mi profesor de aula éste le dijo ¨Señora, su hijo tiene todo para ser abogado¨, a lo que mi mamá respondió con una sonrisa.

No tenía más de diez años y ya comenzaba a hacerme idea que el mundo del Derecho estaba hecho para mi.

El correr de los años, la motivación de mis padres al respecto y el hecho de que mi hermano mayor escogiese esa carrera, ingresando a la Universidad Católica, contribuyeron a que yo siguiera mi camino por la secundaria creyendo cada vez con mayor seguridad que iba a ser un gran abogado.

Fue por ello que al terminar el colegio ni siquiera me di el trabajo de evaluar el tema y casi en automático decidí postular para la carrera de Derecho en la misma universidad que mi hermano : la prestigiosa Pontificia Universidad Católica del Perú.

Tras meses de esfuerzo, estudio y mucho sacrificio logré ingresar a la universidad, al primer intento y eso ocasionó una gran alegría en mi familia, sobretodo en mis padres que habían hecho el  sacrificio de inscribirme por seis meses en una academia sanisidrina.   

De alguna manera, al ingresar, sentía que estaba respondiendo a la gran expectativa que ellos habían puesto en mi.

Mis primeros días de universidad me hicieron ver que estaba en un mundo totalmente distinto, en el cual nadie vigilaría ni se interesaría por mi, debiendo ser absolutamente responsable de mi tiempo y de mis estudios.

Llevé cinco cursos en el primer ciclo de Estudios Generales Letras y fue en uno de ellos en el que conocí a un hombre que contribuiría mucho en una de las decisiones más difíciles e importantes que he tomado en mi vida :  mi profesor de Lengua, el Maestro Don Luis Jaime Cisneros.

No sabía mucho de él cuando supe que iba a ser mi profesor. Mi padre me había comentado que era un hombre de letras muy reconocido, habiendo ocupado cargos importantes en diversos diarios y con muchos años de experiencia en la docencia, en su amada Universidad Católica.

No recuerdo bien cuando comenzamos a conversar.  No se si fue por consultas hechas respecto a su curso, o si fue que desde un principio me generó una gran confianza, pero el tema fue que en corto tiempo comencé a acudir a él para comentarle los problemas que tenía con el curso y los dolores de cabeza que me producían Saussure, Coseriu y otros destacados lingüistas, a los que no entendía,  ni quería entender.

Recuerdo sus clases, en las que hacía de Lengua, un curso no muy divertido para mi, entretenido y ameno, logrando que sus jóvenes alumnos le prestasen atención y siguiesen con admiración y aprecio cada una de sus clases.

Nunca se lo pregunté pero creo que el ojo agudo y experimentado de Don Luis Jaime vio algo que ni siquiera yo estaba viendo hasta ese momento. Y era que me sentía extraño y perdido en la universidad, a la que había ingresado sin tener ni siquiera la certeza (pues no me había puesto a pensar en ello) de que el Derecho era la carrera que quería para mi vida.

Algo de ello debe haber visto Don Luis Jaime pues comenzamos a conversar sobre el tema en una de las tantas visitas que le hice a su oficina.

Creo que el veía en mi a un chico perdido que no estaba seguro de hacia dónde iba.

Y algo de eso debe haber influenciado en mi rendimiento pues pronto tuve problemas de notas, saliendo jalado en varios de los parciales de ese ciclo, incluido el de Lengua (un rotundo 08!!).

 

Maestro digno de ejemplo 

Cada semana visitaba al maestro para conversar con él y procurar entender todos los conceptos importantes del curso, de los cuales ahora no me acuerdo ni un ápice, y prepararme para el examen final, el cual necesitaba aprobar si es que quería evitar repetir el curso.

Recuerdo que el examen final fue oral y en éste, seguramente al verme nervioso (a pesar de que había estudiado para el examen), pues sabía yo que necesitaba aprobarlo para pasar el curso, me dijo con un gesto  casi paternal  :  ¨escoge tu el tema¨.

No recuerdo de qué hablé pero pude explayarme como quise y tras una demostración de mis conocimientos lingüísticos, me dijo ¨ya termina, estás aprobado¨ , dejé su oficina aliviado por haber pasado el curso.

Pero la influencia y el apoyo del Maestro Cisneros tendría efecto en mi tiempo después, cuando en los siguientes ciclos de Estudios Generales y en los que mantenía contacto y amistad con él, y en una de nuestras tantas conversaciones pude constatar que el Derecho podría no ser la carrera que me llenaba las expectativas, a pesar que durante esos años de Estudios Generales comencé a pensar y a creer que sería la de Diplomacia la especialidad posible para mi.

Ya en esos tiempos también iba viendo con interés el desarrollo de la carrera de Publicidad, hacia la cual me sentía muy atraido.

Fue así que entre el tercer y cuarto ciclo de Estudios Generales estaba en la disyuntiva de la Diplomacia o la Publicidad.  Vaya dilema.

Don Luis Jaime y su completa biblioteca

Y eso se lo transmití a mi admirado profesor, quizás antes que a mis propios padres.

El supo escucharme y aconsejarme. Lo primero  que me recomendó fue que investigara bien sobre ambas carreras y gracias a sus contactos me consiguió una cita en la Academia Diplomática.

Y me motivó para visitar un instituto de moda de publicidad para conseguir información.

Pero, por sobre todo Don Luis Jaime me transmitió que yo debía seguir mi vocación, así eso implicase patear el tablero y dejar la universidad.

Fue a través de las conversaciones con el Maestro que fui tomando fuerzas para lo que pasaría más adelante, cuando habiendo estudiado ya un ciclo en la facultad de Derecho y constatando que el Derecho no era mi carrera, decidí, apoyado por mi viejo, dejar la universidad para ir hacia la carrera de mis sueños.

Ya para ese tiempo había casi perdido el contacto con Luis Jaime y sólo lo volví a ver unas cuantas veces más antes de dejar la universidad, una de ellas en su casa de Miraflores,  en la que aprecié con suma admiración su impresionante biblioteca.

 La exigencia de los cursos, los muchos amigos que fueron apareciendo y la enfermedad de mi madre me mantuvieron  bastante ocupado y creo que incluso no le llegue a contar al Maestro que había tomado tan importante decisión.

Años después leí que había sido nombrado Presidente de la Academia Peruana de la Lengua y que había recibido diversos reconocimientos como las Palmas Magisteriales en el Grado de Amauta y hace tres años la Orden del Sol en el grado de Gran Cruz, justo reconocimiento para un Maestro en todo el sentido de la palabra y con mayúsculas.

El Maestro siendo reconocido con la Orden del Sol

Han pasado casi 25 años desde que lo conocí y hoy Don Luis Jaime bordea las nueve décadas y yo sigo vinculado a la profesión publicitaria que me llevó a dejar la universidad.

Sin embargo, nunca es tarde para transmitir a los cuatro vientos mi eterno agradecimiento, al Maestro y Amigo, quien, desinteresadamente, me dio su vital apoyo, dejando huella en mi vida, como seguramente lo ha hecho en muchos estudiantes peruanos,  a lo largo de sus más de cincuenta años de su brillante carrera docente.   Gracias querido Maestro!

sábado, 9 de mayo de 2009

Tan especial como su nombre


En sus Bodas de Plata (1986).  Es la mejor foto que tengo con ella.

Se llamaba Gioconda, (Sara Gioconda en realidad pero siempre se llamó Gioconda) nombre poco común en nuestro medio, pero que sus padres le pusieron quizás inspirados en la célebre Mona Lisa de Leonardo.

Nació en tierras lambayecanas hace ya casi setenta y cinco años,  que son los que cumpliría el año entrante si es que no se hubiera ido mucho antes de lo debido.

En uno de mis primeros días de vida

Mis recuerdos de ella vienen desde los tiempos remotos cuando, al estar siempre en casa (pues se dedicaba a ésta y a nosotros, mi padre, mi hermano y yo) me llevaba y me recogía del nido, esperaba que llegara del colegio, me veía almorzar, si es que no estaba acompañándome en la sala, mientras veía sus telenovelas, me ayudaba a hacer mis tareas y se preocupaba porque me bañara y me fuera a acostar a tiempo.

Era delgada, de no muy alta estatura y de apariencia frágil, pero tenía una fortaleza dentro de sí que me hacía quererla y admirarla cada vez mas.

En Chiclayo, en el único viaje que hicimos juntos (1976)

Uno de los primeros recuerdos infantiles de dicha fuerza fue cuando un día regresando del nido, que quedaba a casi tres cuadras de mi casa, nos topamos con un gran perro que me dio mucho miedo pues, además, nos miraba de forma amenazadora.


Con mi hermano en un parque cerca a mi casa

Y ella, sacando fuerzas de donde pudo, me cargó y me trajo a casa mientras el perro nos seguía.

Así era mi mami :  fuerte, quizás estricta, pero al mismo tiempo entregada a nosotros con un corazón muy noble y unas ganas de querer y amar, sin reserva alguna.

Nunca fui un niño fácil, desde chico le ocasioné problemas, principalmente por la comida : no quería comer, pues nada me gustaba. Detestaba la sopa, las verduras, casi todas las frutas y el sólo ver platos de comida como los pallares, el trigo, el pepián y otros mas me hacían poner de muy mal humor y obviamente le reclamaba a ella y a la fiel Antonia, nuestra nana de toda la vida.

Sin embargo, no se como hacía ella (mi mami) para convencerme y terminaba comiendo, así sea a regañadientes y renegando, lo que me pusieran en el plato.

 

Conmigo, a los 17

Y es que a pesar de que estuviera en desacuerdo con ella respecto a algún tema, siempre sentí un vínculo muy especial y una conexión muy grande con ella.

Su sinceridad, sencillez y apertura conmigo en mostrarse como era me generó la misma reciprocidad que de chico, adolescente y joven no tenía con mi padre.

Y eso creo que nos hizo cómplices, yo le contaba lo que me pasaba y cómo me sentía y ella hacía lo mismo conmigo.

Le gustaba mucho leer, sobretodo revistas

Quizás por eso cuando algunas veces se iba a acostar un poco molesta con mi padre venía a mi cama y dormía conmigo. Y era un sensación rica para mi pues, a pesar que me daba pena que se haya molestado con mi viejo, no tenía precio el sentirme cuidado y protegido por mi mamá, escuchando su respiración y sintiéndola tan cerca de mi, pues además la cama era pequeñita.

Es cierto que fue un poco estricta conmigo, especialmente en cuanto a los tiempos y horarios se refiere, y quizás eso generó que me alejara un poco de ella al ser adolescente.

Hoy, que soy padre, entiendo claramente que ella sólo quería lo mejor para mi.

Ya tenía un grupo numeroso de amigos de barrio y siempre comparaba : lo que tenían mis amigos y yo no, los permisos con los que ellos contaban y que yo no tenía. Y ante eso, la juzgaba y me alejaba más de ella.

Sin embargo, ella nunca me recriminó por eso, por el contrario sabía que siempre la tenía muy cerca de mi para lo que fuera y eso me lo demostró una y otra vez.

Tengo bien fresco el recuerdo cuando en un Día de la Madre, como el que se viene mañana,  ella fue a mi colegio y me tocó, como a todos mis compañeros, buscarla al final de la actuación en el viejo salón de actos, con un pequeño presente.

Al llegar a ella, mientras sonaba un conocido tema de Chicago, recuerdo que la miré y al verla me sentí muy contento y emocionado por la linda madre que Dios me dio.

Tengo en mi mente flashes de momentos que pasamos juntos, desde niño,  cuando saliamos a pasear , a caminar por mi casa, al cine, pues éste le gustaba bastante, a comprar al mercado de Lince, adonde me encantaba ir y que por cierto, me lo conocía de memoria.

En fin, adonde fuera yo iba feliz con ella, acompañándola con paciencia, pues ella se tomaba su tiempo para comprar lo que necesitara.

 Recuerdo también su rostro de felicidad el día que volví a casa con la noticia de haber ingresado a la Universidad Católica, tras meses de preparación (ese mismo rostro feliz con el que le vi llegar cuando un día nos dio la noticia de  que había yo ingresado al colegio).

La recuerdo llamando a los familiares más cercanos para darles con orgullo la gran noticia de mi ingreso a la universidad. Me alegro de haberle regalado esos momentos de felicidad.

Era 1985 y aun no habían comenzado sus problemas  serios de salud que se dieron un año después como producto de un tratamiento de reumatismo de muchos años que degeneró en una anemia e insuficiencia renal.

Cuando esto comenzó yo ya tenía más de un año en la universidad y estaba abocado casi por completo a mis estudios y sobre todo a mis amigos.

No fueron buenos tiempos :  su proceso fue largo y doloroso; y requirió de tratamientos de diálisis, que cada vez se hicieron más permanentes.

Hoy, miro hacia atrás y reconozco que ante su enfermedad quise mantenerme a distancia, siempre ocupado con lo mío y con mis cosas, no le quise dar mucho tiempo ni a ella, ni a sus cuidados de salud.

Con los años y tras mucho trabajo de introspección llegué a ver que ese fue mi mecanismo de defensa para evitar el dolor que me causaba verla mal, sufriendo y asimilando su enfermedad, de evidenciar que la vida se estaba llevando poco a poco a mi cómplice y compañera,  a la que de pequeñito le decía que iba a ser mi futura esposa.

Y seguí con esa misma actitud hasta el final de sus días, en setiembre del 87, cuando tras días de terror en casa por su dolor intenso y por no saber qué hacer la internamos en una clínica en la que apenas unas horas después perdió la batalla contra la enfermedad, de manera tan rápida y abrupta, sin que ni siquiera pudiese decirle adiós.

Yo en esos tiempos estaba en un grupo parroquial que me llenó el corazón y que fue un apoyo muy importante para asimilar el golpe recibido, teniendo  tan sólo 19 años de edad.

 

Mi mami

Han pasado más de veinte años  desde que nos dejó y, pese al tiempo transcurrido y a las más de dos décadas que he vivido desde su partida,  reconozco que ella, mi querida y amada ¨Chanchita¨, siempre ha estado conmigo, cuidándome y acompañándome en cada cosa que hago, en cada acierto y en cada metida de pata que he cometido a lo largo de todo este tiempo.

Por eso quizás no me sorprendió cuando el año pasado visitando a un prestigioso vidente me dijo, al verla cerca, que mi mamá estaba siempre conmigo, cuidándome y que su misión era velar porque fuese yo por el buen  camino.

Y es rico sentir esa presencia, sin que sea evidente o palpable, simplemente sintiéndola.

Y en vísperas del Día de la Madre qué mejor recuerdo de mi mami que el de su sonrisa y su felicidad en el corto tiempo que estuvo físicamente conmigo y le doy gracias a Dios por todos los momentos que me permitió vivir con ella, por su ejemplo y  sus lecciones, por aquellas noches en que durmió en mi cama y en las que me pasé a la suya, por llevarme con mi papá a mi primera corrida de toros para ver a su admirado Paquirri, generando en mi una pasión que sigue en mi vida, por ser mi mejor aliado cuando se trataba de convencer a mi papá para que me comprase algo.

Cómo olvidarme de sus consejos cuando de adolescente y joven le hablaba de chicas, de los amigos, de las drogas, de los estudios, de lo que sea, o de las veces que me permitía sacarle canas, pues quería verse siempre joven, o de la última Navidad que pasamos tan felices, o del baile conmigo en sus  Bodas de Plata, sin importarle lo mal que yo lo hacía.

O cómo no recordar en esta fecha su preferencia por su querido Alianza Lima y por la música armoniosa de Richard Clayderman.  Pero por sobre todas las cosas llevo conmigo su invalorable legado de mujer sencilla, noble, honesta, íntegra, justa y amorosa.

Me hubiese gustado que ella estuviese físicamente aquí para que pudiese conocer a mi familia, abrazar a sus nietos y permitirme homenajearle en esta fecha tan especial como se lo merece por todo lo que hizo por mi y para que viese cómo su hijo está abriéndose  camino por la vida de la mejor manera que puede, con el permanente legado que sus padres le  dejaron.

Se que esto no es posible pero al mismo tiempo estoy seguro que ella , desde arriba, me debe estar mirando con una sonrisa cómplice y susurrándome que ella está siempre conmigo y que lo estará hasta que Dios decida que se de el ansiado reencuentro.

Mi cómplice y amiga de mi niñez y adolescencia

sábado, 2 de mayo de 2009

El Adios del Pelusa


Fue una tarde de emociones y nostalgia

Blamy aun sigue pensando que yo organicé ese viaje a Argentina para ir al gran partido de homenaje a Maradona.

Yo le expliqué en su momento que no fue así, que en realidad fue una feliz coincidencia y que  además no tenía ninguna esperanza de estar presente en ese imperdible encuentro pues las entradas estaban todas vendidas

Era noviembre del 2001 y yo me acababa de quedar sin trabajo.

En la Bombonera

Entonces, para disipar un poco mis penas y relajarme organicé con mi linda esposa un viaje de cuatro días a la encantadora Buenos Aires, aprovechando la jugosa liquidación que recibí.

Era la primera vez que íbamos a la ciudad del tango y viajamos con mucha ilusión de conocer y de constatar si era verdad tanta belleza, pues nos habían hablado mucho de la capital argentina.

Nos alojamos en un hotel casi frente al Obelisco y yo sabía que al día siguiente jugaba la selección peruana contra la local como parte de las eliminatorias del mundial Corea-Japón 2002.

En realidad el partido no tenía mayor atractivo pues para variar, nuestro alicaído equipo ya estaba eliminado y los gauchos ya estaban con los dos pies en el mundial asiático.

Pero igual convencí a Blamy para ir a ese partido y ser testigos de una derrota más de nuestra selección (2-0), con expulsión de Claudio Pizarro incluida (quien en esos tiempos era goleador en el  Bayern de Munich).

También sabía que el día sábado de esa semana se realizaba el gran homenaje a Diego Armando Maradona, en su estadio de siempre , la Bombonera, casa del Boca Juniors, pero al llegar nosotros a Buenos Aires la posibilidad de conseguir una entrada para el partido era prácticamente imposible.

Ni siquiera tenía esperanzas de ir, así que opté por contentarme con el partido de nuestra pobre selección y a pasear con Blamy por los principales atractivos turísticos de la gran ciudad.

Sin embargo, se me ocurrió contactar a un amigo, Ezequiel, que trabajaba en la misma agencia de publicidad en la que yo había  trabajado en Lima y cuando le comenté que estaba con mucha ilusión de conseguir una entrada para el partido se ofreció hacer lo posible por conseguirme una.

Sin mayor expectativa al respecto continuamos nuestra estadía en la ciudad, conociendo Caminito, la Bombonera, Puerto Madero, Recoleta, entre otros atractivos; y disfrutando además de la rica comida porteña, especialmente en cuanto a carnes y pastas se refería.

La noche del viernes, previa al partido, me llamó mi amigo y me dijo ¨Alejandro, te conseguí la entrada che……son cien dólares¨, lo cual me llenó de entusiasmo y alegría.

A pesar de la lluvia insistente el buen Ezequiel me llevó la entrada a mi céntrico hotel y la ilusión se comenzó a hacer realidad : tenía mi entrada para ver por primera vez un partido de fútbol en La Bombonera y nada más y nada menos que en el homenaje despedida del genio del fútbol mundial, de quien siempre fui hincha y a quien siempre admiré por su talentosa zurda y su endiablada gambeta.

Al día siguiente, domingo 10 de noviembre, salimos temprano a hacer algunas compras y luego de ello dejé a Blamy en el hotel y me embarqué en un taxi rumbo a  la mítica Bombonera, cancha en la que 32 años antes Perú eliminó a Argentina del mundial de México 70, con dos goles de Oswaldo ¨Cachito¨ Ramírez.

Llegué a las inmediaciones del estadio, me dirigí hacia el mismo y luego de entrar a subir y subir sin parar, rumbo  a mi localidad.

La Bombonera llama la atención por lo empinada que es y por su estructura atípica que acerca la tribuna a la cancha.  Debe ser por eso que la hinchada se hace sentir con mucha fuerza cada vez que Boca recibe a algún equipo en su estadio.

El ingreso a la tribuna fue para mi memorable :  entrar y ver el estadio completamente lleno, con banderas y camisetas xeneises fue sencillamente incomparable.

Y para rematar, en ese momento en el centro de la cancha Los Ratones Paranoicos entonaban la canción ¨Para Siempre Diego¨ en homenaje al ídolo. Que más se podía pedir??.

Luego de ello saldrían los equipos a la cancha :  Argentina, con figuras como : Zanetti, Ayala, Sorín, Verón, Aimar y el Piojo López y siendo dirigidos por Marcelo Bielsa.

55 mil personas homenajearon al Pelusa

Al frente tenían a Resto del Mundo, integrado por amigos del Diego, como Oscar Córdoba, Iván Córdoba, el Ñol Solano, el Patrón Bermúdez, Carlos Gamarra, el Pibe Valderrama, Juan Ramón Riquelme, Enzo Francescoli, Davor Suker y Hristo Stoichkov.

En realidad el partido fue una anécdota :  Diego hacía tiempo ya había dejado la actividad futbolística y no estaba en condiciones de jugar un partido a buen ritmo, dada la falta de forma física.

Pero cada vez que tocó el balón la gente, su incondicional hinchada, a la que le dio tantas alegrías, lo ovacionó sin reservas.

El partido quedó 6 a 3 a favor de Argentina y queda en el recuerdo el momento en el que a mediados del segundo tiempo se cobró un penal a favor de Argentina, el cual obviamente fue pateado por el Diego anotando gol, con la complicidad del arquero colombiano Higuita.

Tras hacerlo, frente a su adorada ¨doce¨ , Maradona fue a la tribuna y al quitarse la camiseta  tenía debajo de la misma la del equipo de sus amores, Boca Juniors.

Conquistando a la Doce

La ¨doce¨ reventó y las ovaciones no pudieron ser mayores. Era una prueba notable de la gran conexión que tuvo Diego siempre con la hinchada de Boca, equipo para el cual jugó varios años.

Mientras tanto, sus compañeros de equipo y los rivales se unieron para homenajearlo , unidos en el cariño y el reconocimiento hacia el admirado ex jugador de las selecciones argentinas y capitán campeón del mundo en el torneo México 86

.

 ¨La pelota no se mancha¨

Luego vendría el final, los aplausos, la emoción, la vuelta olímpica con sus hijas, los fuegos artificiales; y el emotivo discurso del adiós, con aquello de ¨Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha¨.

Diego en su vuelta olímpica

Fue una tarde llena de lágrimas, de emociones a flor de piel y de tributo y reconocimiento al ídolo, que durante más de dos décadas deslumbró al mundo con su talento y habilidad; y que se ganó incondicionalmente el corazón de su pueblo y la admiración de todo el mundo futbolístico.